Santa Teresa Benedicta de la Cruz
(Edith Stein)

Su vida

« Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester,
pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso.
Esto es un gran consuelo. »
(Carta del 31 de octubre de 1938)

Edith Stein, en el Carmelo Teresa Benedicta de la Cruz. Nació el 12 de octubre de 1891 en Breslau (Alemania, actualmente ciudad polaca) el día de Yom Kippur, en el seno de una familia hebrea. El significado de esta celebración judía -día de la expiación- marcará profundamente su vida que culmina en el martirio, el 9 de agosto de 1942, luego de ser deportada al campo de concentración de Auschwitz.

Dotada de una excepcional inteligencia, rectitud de vida y pasión por la verdad, realizó estudios de filosofía en Friburgo y Gottinga, doctor en filosofía y asistente del prof. Edmund Husserl.

Pasó del ateísmo, como ella misma lo expresa, a la fe en Jesucristo, a través del encuentro con otros convertidos y especialmente a través de la lectura de la Autobiografía de Sta.Teresa de Ávila que providencialmente cayó en sus manos. Leyó toda la obra sin detenerse, y al rayar el alba del nuevo día, en su interior surgía otra luz más poderosa que no se apagará. Esta es la verdad, exclamó. Efectivamente, de la mano de Teresa, de la que no se soltará, había encontrado a Cristo.

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Su mensaje

« … con la fuerza de la Cruz
puedes estar en todos los frentes
y en todos los lugares de aflicción. »

Edith es una exponente fiel de la búsqueda del hombre contemporáneo, su paso de la no creencia a la fe la hace cercana a todos cuantos buscan la verdad. Esta misma búsqueda en su experiencia, era ya una plegaria.

Ella supo conciliar razón y fe, mostrando un sano humanismo. Su preocupación por la mujer y su sentido del otro, que pudo desarrollar especialmente en su tesis doctoral sobre la empatía, evidencian una correcta antropología.

En el plano de su espiritualidad, no obstante su riquísima  formación, sus grandes maestros son los santos del Carmelo: Teresa y Juan de la Cruz, así como Teresa de Lisieux. Los tres dejan su impronta en el alma de Teresa Benedicta de la Cruz: la oración como fundamento de su vida, la experiencia de la cruz como fuente de toda acción en la Iglesia y la confianza y abandono en las manos de Dios.

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