El Carmelo Teresiano

« Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. »
(Col 3,3)

Al origen del Carmelo Teresiano o “descalzo” y el sentido de nuestra vocación en la Iglesia  está  el carisma de nuestros santos padres, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

Impulsada por el amor de Cristo, nuestra Madre Santa Teresa se inscribe en la gran tradición viviente, que después de siglos, atrae hacia el Carmelo para buscar a Dios en la soledad y el silencio. Herida por las rupturas de la unidad de la Iglesia de su tiempo y por el descubrimiento de nuevos horizontes misioneros, ella renueva el Carmelo dándole una fuerte motivación apostólica.

El primer Carmelo fundado por Teresa fue  San José de Ávila, en España, el día del Apóstol  San Bartolomé, 24 de agosto de 1562. En el cielo azul de aquella mañana de verano, resonó el toque de una campana que anunciaba que allí se establecía nuestro Señor junto a sus hijas. Comenzaba así un nuevo estilo de vida en la Iglesia.

A lo largo de estos cuatro siglos han ido brotando como los almendros en primavera, cientos de palomarcitos donde el Señor es servido. Actualmente existen en el mundo más de 800 monasterios con aproximadamente 12.000 carmelitas descalzas que con su oración incesante son, según la expresión de San Juan Pablo II,  el corazón palpitante de la Iglesia. 

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