Vosotras sois la avanzadilla de la Iglesia hacia el Reino

Dad testimonio de la belleza y fecundidad misionera de vuestra vida escondida con Cristo en Dios del valor de la oración de intercesión y de la inmolación silenciosa en torno a la Eucaristía, centro de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, para ser, como anhelaba Teresa de Lisieux, el amor en el corazón del Cuerpo Místico.

 

Juan Pablo II
1 Octubre de 1991

Queridísimas hijas de Santa Teresa de Jesús:
Me es grato dirigirme a todas vosotras durante este año en el que la Iglesia celebra el IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. Es un tiempo de gracias especiales para toda la familia del Carmelo, porque le permite renovar el contacto vivo con la persona y los escritos del Doctor Místico, herencia y programa de vida espiritual para todos aquellos que lo veneran como padre y Maestro de la Reforma Teresiana.
Todas las Carmelitas Descalzas, junto con los Carmelitas Descalzos, formáis en la Iglesia la misma y única Orden de los Hermanos y Hermanas Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. Todos tenéis en común la misma Regla, el mismo carisma carmelitano-teresiano y el mismo patrimonio espiritual, transmitido por los Santos Padres Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Todos invocáis como Madre común a la Virgen Maria que, como bien lo expresa la iconografía de la Orden, cobija bajo su manto, a uno y otro lado, a los hijos e hijas del Carmelo.
Además, todos participáis, cada uno según las propias y legítimas formas de vida aprobadas por la Iglesia, de la misma espiritualidad y misión del Carmelo Teresiano, que goza hoy de tanto aprecio en la Iglesia, y cuyo carisma se irradia en otras formas de vida consagrada y en grupos de laicos cristianos que viven en el mundo este carisma. Tenéis ante vosotros y vosotras esa luminosa estela de Santos que honra a la gran familia carmelitana y os estimula en la ascensión hasta la cima de la montaña santa del Carmelo. Por eso, un intenso amor fraterno os tiene que unir en vuestra vocación. A todos los miembros de la Orden se pueden aplicar las palabras de Santa Teresa a las Carmelitas Descalzas de Sevilla: “Así que, mis hijas, todas lo son de la Virgen y hermanas, procuren amarse mucho unas a otras . . .” (Santa Teresa de Jesús, Carta a las Carmelitas descalzas del convento de san José de Sevilla, n. 5, 15 de enero de 1580).
Queridas hijas de Santa Teresa, os exhorto a todas a perseverar con “una muy grande y determinada determinación” (cf. Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, 21, 2) en el fiel cumplimiento de vuestras leyes que la Iglesia os ofrece como norma de vida evangélica y camino de santidad, mediante la entrega total a Cristo, el Esposo Crucificado y Resucitado, en quien debéis tener siempre fijos los ojos, según la constante exhortación de vuestra Madre Fundadora (cf. ibíd., 2, 1; 26, 4-6: Castillo interior, VII, 4, 8).
Vuestros monasterios están extendidos en todo el mundo como oasis de oración y de especial consagración a Dios en el silencio del claustro. Hay nuevas naciones que esperan la presencia de la vida contemplativa, como he recordado en la Encíclica Redemptoris missio [n.69]. Dad testimonio de la belleza y fecundidad misionera de vuestra vida escondida con Cristo en Dios (cf. Col 3, 3) del valor de la oración de intercesión y de la inmolación silenciosa en torno a la Eucaristía, centro de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, para ser, como anhelaba Teresa de Lisieux, el amor en el corazón del Cuerpo Místico. Seguid ofreciendo a las comunidades cristianas ese ejemplo de vida fraterna, sencilla y gozosa, que es proverbial entre las hijas de Santa Teresa.
En la tarea de la nueva Evangelización, y ante las inmensas necesidades espirituales y materiales de la humanidad, la Iglesia tiene necesidad de vuestro carisma contemplativo. En esta hora magnífica y crucial de la historia resuenan actuales y apremiantes los deseos de Teresa de Jesús al emprender su Reforma, con su exhortación a vivir la contemplación al servicio del Reino de Cristo: “para eso os juntó aquí el Señor; éste es vuestro llamamiento; éstos han de ser vuestros negocios; éstos han de ser vuestros deseos; aquí vuestras lágrimas; éstas vuestras peticiones…” (Camino de perfección, 1, 5; 3, 5.10). Vosotras que sois “la avanzadilla de la Iglesia hacia el Reino” (A las religiosas de clausura en el monasterio de la encarnación de Ávila, n. 5, 1 de noviembre de 1982), sed testigos del Dios vivo para el mundo de hoy.
Mientras encomiendo a la Virgen María, Madre del Carmelo, —así como a la intercesión de Santa Teresa del Niño Jesús, cuya fiesta celebra la Iglesia en este día— la unidad espiritual de la Orden y la fidelidad a vuestra vocación, os imparto de corazón a todas las Carmelitas Descalzas una especial Bendición Apostólica.

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