Beata María Felicia de Jesús Sacramentado, «Chiquitunga», del Carmelo de Asunción (Paraguay)

       

Desde muy pequeña demostró una gran inclinación en socorrer las necesidades de los más pobres y desvalidos. Cuenta su madre que ella era la encargada de atender a las personas con escasos recursos que llegaban a su casa para pedir un poco de pan y ayuda.

Recibió el Bautismo a los 3 años, el 8 de febrero de 1928, en la Catedral de Villarrica. A los 12 años, el 8 de diciembre de 1937, recibió por primera vez a Jesús Sacramentado. Ella recordaba después de varios años ese día con estas palabras: «Nunca se borrará de mi mente el recuerdo del día más feliz de mi vida, el día de la primera unión con mi Dios, y el punto de donde parte mi resolución de ser cada día más buena y mejor». En el año 1933 comienza su formación primaria en el Colegio María Auxiliadora. Fue una niña normal, alegre, vivaracha, y siempre muy amigable con todos.

Al terminar la primaria en el año 1939-40 suspende por 2 años el Colegio para ayudar a su madre en las labores de la casa. En el año 1941 ingresa en las filas de la Acción Católica a la edad de 16 años, siendo este movimiento de importancia vital para su vida. El amor demostrado por la A.C se trasluce en sus no pocos escritos y están cargados de entusiasmo, amor, pasión por el ideal que la A.C le indicaba. Repetía continuamente: «Quiero que todo se sature de Cristo y donde quiera que sea dejar un rayito de su luz». El lema de su vida fue: «Todo te ofrezco, Señor». Frase que encabezaba todos sus escritos.

En el año 1941: continúa sus estudios secundarios e ingresa en la Escuela Normal de Profesores Manuel Gondra, obteniendo el Título de Maestra en el año 1945. En todo este tiempo se dedicó de lleno al apostolado activo, dejando en esta su patria chica recuerdos imborrables en todos los que la conocieron y quienes después de abierto el proceso de beatificación y canonización dieron testimonio de la incansable abnegación de María Felicia en su apostolado con los más pobres. Así la recuerdan: «Se la veía recorrer las calles en afanes apostólicos, la sonrisa a flor de labios, el guardapolvo impecablemente blanco y las trenzas enlazadas en moños celestes. Era la figura del ángel bienhechor que buscaba almas cansadas, cuerpos destrozados, para darles el don de una simpatía humana, el calor del corazón que ama».

Su vida de piedad se centralizó en la Eucaristía, asistiendo diariamente a recibir el «Pan de vida», pasaba largas horas ante Jesús Sacramentado, de donde sacaba la fuerza para poder realizar tanto apostolado. Sus hermanos recuerdan que ya muy de noche Chiquitunga seguía en su habitación de rodillas sumergida en profunda oración. Su amor a la «Llena de gracia» su «Madrecita» se trasluce también en los innumerables escritos que se conservan de ella.

En el año 1950 se traslada con su familia a Asunción, la situación política del Paraguay estaba marcada por grandes turbulencias y Villarrica era una zona conflictiva. Por lo que lo más prudente era trasladarse a la capital. Chiquitunga apenas llegar se alistó de nuevo en las filas de la Acción Católica y comenzó a militar con el entusiasmo que le caracterizaba. Además comenzó el estudio del profesorado, terminando en el año 1952.

En este año conoció a Ángel Sauá Llanes, joven dirigente de la acción católica, y estudiante de medicina, con quien compartió una profunda amistad. Esta etapa está cargada de una riqueza espiritual y humana que marca la vida de Chiquitunga y demuestra el quilate espiritual que poseía, viviendo esta situación de enamoramiento como una verdadera gracia de Dios, ella misma había pedido: «Muchas veces había concebido esto que ahora, Señor, es maravillosa realidad: qué hermoso sería tener un amor, renunciar a ese amor y juntos inmolarlo al Señor por el ideal». En su deseo de entrega total y después de discernir la voluntad de Dios, él parte a Europa e ingresa en el Seminario. Ella a su vez, sigue la voz de Dios y providencialmente conoce a la priora de las carmelitas descalzas. Después de una dura oposición familiar, ingresa en el Carmelo el 2 de febrero de 1955, a la edad de 30 años.

En el convento se caracterizó por su entrega, su alegría y espíritu de servicio. Una hermana recuerda: Las religiosas antiguas dicen que la Hna. Teresa de Jesús, una de las fundadoras, solía decir: «Dios nos mandó a la Hna. María Felicia para poner una nota especial de alegría, con su sonrisa y sus ocurrencias, en la estrechez de aquella primera casita de c/ 15 de Agosto». Su sonrisa era flor perenne.

Los primeros días en el Convento ella los narra así: «Hace exactamente 18 días de constantes e ininterrumpidas horas de gozo en este Santo Carmelo, en el que Dios Nuestro Señor, con infinita misericordia, me eligió, y tiemblo, en verdad, al decir esta palabra, conociéndome ruin y pecadora como soy».

Si bien los primeros meses fueron meses de cielo, comenzó a entrar en una noche oscura que la llevó a dudar de su vocación y plantearse la posibilidad de retirarse. La Madre Teresa Margarita priora de esa época relata: «Superada la difícil prueba, recibió el santo hábito el 14 de agosto de 1955, recobrando desde entonces una paz y felicidad que habrían de ir en aumento hasta el día de su dichosa muerte. E hizo su profesión religiosa temporal el 15 de agosto de 1956».

AL CARMELO DEL CIELO

Pero Dios le tenía reservado a la sierva de Dios otro destino. Le faltaba solamente probar un apostolado: el de la paciencia en la enfermedad. Ella que siempre creía tener «una salud de hierro», comenzó a sentir un decaimiento físico, sobreponiéndose a la enfermedad. Pero la hepatitis infecciosa, que ya había llevado a la tumba a una de sus hermanas, la obligó a internarse en un Sanatorio de la ciudad, en enero de 1959. Muere el 28 de abril de 1959.Vivió sus últimos días con total abandono a la voluntad de Dios. Aquel día pidió que le leyeran el poema de Santa Teresa de Jesús: «Muero porque no muero». Se yergue de pronto en su cama y exclama: «¡JESÚS, TE AMO! ¡QUE DULCE ENCUENTRO! ¡VIRGEN MARÍA!». Y Jesús se la llevó con Él. Su muerte tuvo gran resonancia pues era muy conocidad por su labor en la Acción Católica. Recuerdan las Hermanas que llegaban en caravanas de todas las partes del país, y todos decían: «ha muerto una santa».

Su Proceso comenzó el 13 de diciembre de 1997 y el 23 de junio será declarada beata por el delegado de su Santidad Papa Francisco, para alegría de todo el pueblo de Dios.

ORACIÓN

Santísima Trinidad: Padre,

Hijo y Espíritu Santo, que te complaces en

poner tu morada en el corazón de los

hombres; te damos gracias por haber

encendido en la Beata María Felicia el

fuego de tu amor, impulsándola a gastar

su juventud en el apostolado laical y a

inmolarse por todos en la vida

contemplativa . Te alabamos y

bendecimos, porque con su ejemplar

figura nos manifiestas tu bondad de

Padre y Amigo, y las exigencias totales del

verdadero amor. Te rogamos nos

concedas por su intercesión la gracia que

ahora te suplicamos…(se pide la gracia)

 si es para mayor

gloria y bien de las almas.

Por Jesucristo…

 

Celebracion : 

https://www.facebook.com/Arzobispado-de-Asunci%C3%B3n-170930112974395/?hc_ref=ARQkd24mgZNxaXtvhic3m_Tp_A65S4ZYw9p8vIbLRHN4K5sb2pAeAg9KBMMabqxg4kg

 

 


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