Oración - Contemplación

« ¿Quién hay para mí en el cielo?
Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra
. »
(Sl 73, 25)

Santa Teresa puso la oración como fundamento de la vida de sus hijas. Es el elemento constitutivo y estable de nuestras comunidades. Por la mañana y por la tarde, después de la invocación al Espíritu Santo, nos reunimos todas en el coro, durante una hora, en oración silenciosa.

“No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. ” (Libro de la Vida 8, 5)

Eminentemente personal, la oración se nutre de la meditación de la Palabra de Dios, de la contemplación de Cristo: “Sólo os pido que le miréis” (Camino de Perfección 26,3). La liturgia enriquece la oración personal, que promueve la participación plena y contemplativa en la liturgia, particularmente en la celebración de la Eucaristía.

La oración es un camino, jamás totalmente recorrido, la oración penetra en toda la vida, los gestos cotidianos se convierten en oración, experiencia de la presencia de Dios que impregna toda la existencia. Unión de amor. Ciertamente, el amor es la vocación de todo Cristiano: la especificidad del Carmelo es conducir a él mediante la oración.

“Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades

y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. ”  (Libro de la vida 12, 2) 

En Belén, adoren el Niño pobre y glorioso; en Nazaret, entren en su intimidad amorosa, en Tánger compartan su vida escondida; en Aleppo, mírenlo cargado con su Cruz, él os mirará con sus ojos hermosos y compasivos”; en Jerusalén, participen de su oración al Padre; en Haifa, vivan en su presencia, meditando día y noche en la ley del Señor; en El Fayoum, síganlo como los primeros monjes, en la alabanza y la intercesión…