Vivir el Adviento

Es el tiempo favorable para despertar nuestros corazones a lo que debería ser nuestra actitud normal. Y la liturgia está al servicio de nuestra forma normal de ser cristianos “siempre dispuestos a dar cuenta de nuestra esperanza”.

Cada año en la liturgia, encontramos lo que ha movilizado en el tiempo a todos aquellos que anhelaron ardientemente ver sus vidas colmadas con la respuesta a la esperanza cada vez más vivas que habitaba en sus corazones. Y también a aquellos que escucharon a Isaías, el profeta, anunciar la proximidad de esos tiempos en los que se verían realizados los deseos más preciados: el regreso del exilio, la paz reencontrada; la armonía al fin estable y la esperanza posible.

Estamos en un momento de la historia en el que tantas cosas nos dan la impresión de que vivimos un período lleno de amenazas, violencia, incapacidad para resolver múltiples tensiones. La frase del profeta Isaías “no se hará s daño” parece, hoy s que nunca, una utopía.

Sin embargo, el Adviento nos situa en la espera de un A-venir en el cual el Señor viene transformar en realidad todas las esperanzas de los hombres. Porque Dios ha prometido manifestar Su amor a todo hombre que espera y está sediento, todos aquellos que dejan el espacio en sus corazones para que despierte la esperanza de algo mejor. Y eso que es lo mejor para la criatura es la Gloria del Dios creador. La Gloria de Dios Padre es lo mejor para todos sus hijos. Y es a Él que le corresponde realizar, de la manera más ajustada, el cómo venir a vivir Su Presencia en medio de todas las esperanzas de los hombres.

Es Dios quien prepara el corazón de una de sus amadas criaturas para recibir en su seno el Ser Maravilloso, esplendor de su belleza, ella le permitirá madurar y nacer en la humildad de una Tierra alimentada por las promesas y por la Alianza. Juan Bautista, el precursor, quien recibe su nacimiento como un don, se convertirá en la voz que anuncia. José después de estar turbado por el acontecimiento que parecía robarle su amor,  renace en la confianza. Y María ve su cuerpo y su alma exultantes ante el descubrimiento de aquello que Dios espera de ella.

Y nosotros, y yo, qué esperanza se despierta en mi interior para dejar aún más espacio a Aquel que me llama a permitir que su amor inunde toda mi vida, para así crecer como un regalo de gratitud y producir el mejor fruto que Él espera de un corazón que contempla sólo Su más grande gloria...?

La alegría y el sentido del humor, la paciencia y el entusiasmo, la audacia y el fervor, la escucha más aguda de su Palabra vendrán a sacarnos de nuestras adicciones y a permitirnos ver el Nuevo Amanecer, el Mundo Nuevo emerger de esta creación que Dios mismo renueva con su presencia en el pequeño niño de Belén ante el cual los ángeles cantan a toda voz:

Gloria a Dios Señor del universo,

 Gloria, honor y alabanza,

Vida a los hombres, habitantes del mundo.

 Vida, felicidad, ternura.

 


Jacky MOURA,scj

 

 

 

Dites à l’Esprit Saint que vous l’aimez, dites-lui : Esprit Saint, je t’aime !
On ne dit pas beaucoup, pas assez, à l’Esprit Saint que nous l’aimons. Nous le disons à Jésus, à la Vierge Marie …

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