Al contemplar en la Sagrada Escritura el misterio de la Natividad a través de la “Lectio Divina” y, siendo consciente que esta “Lectio Divina” termina en la oración personal y se vuelve plegaria en nombre de la Iglesia y para la Iglesia; en esta oportunidad voy a compartir unas reflexiones que quieren ser un punto de apoyo espiritual en la vivencia y admiración interior del misterio de la Natividad en Tierra Santa y en Belén. Esta vez no sólo me permite afirmar una vez más, la base y fundamento de nuestra fe en Jesucristo Hombre y Dios, sino que, voy a dar paso a la inspiración del Espíritu Santo para actualizar este misterio en la vida diaria como carmelita, hija de Santa Teresa y Juan de la Cruz y también, como hermana e hija espiritual de Santa Mariam.
La Sagrada Escritura nos dice que “… había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»” (Lc 2, 8-12). Al mismo tiempo viene a mi mente lo que nuestra madre Teresa escribe; “En lo muy muy interior siente en sí esta divina compañía” (7Moradas 1,7). ¡Ah sí!… Nuestra Madre Teresa de Jesús nos invita a mirar asombradas: “el amor que nos tiene Jesús… porque de tal manera ha querido juntarse con nosotros, que ya no se quiere apartar” (7M 2,3).
Bien: ¿Pero qué nos dice hoy a nosotras las carmelitas de Tierra Santa? Me parece que a nosotras también en algún momento de nuestra vida se nos ha presentado un “Ángel” (personas, acontecimientos, inspiraciones) y hemos sentido el “envío” es decir: ir a ver a Jesús envuelto en pañales y acostado en un pesebre como señales… Envío que se traduce en “misión de presencia” orante en favor de la humanidad tal como nos pide la Santa madre Teresa. En efecto uno de los proyectos espirituales de nuestras comunidades de carmelitas orantes consiste en buscar la “Gloria de Dios” el “Kabod en el Antiguo Testamento y “doxa”, del Nuevo Testamento. Estamos invitadas a experimentar el esplendor, la magnificencia, el poder salvífico y amoroso del mismo Dios, en una palabra, a dejarnos inundar por esa luz o gloria que viene de Dios. Además, toda acción que la carmelita desarrolla dentro de la comunidad ha de llevar dos señales: los pañales: es decir, las pequeñas acciones realizadas y envueltas en amor y ternura y, a la vez, recostar a Jesús en el pesebre de un corazón pobre y humilde. Por eso cuando Mariam preguntaba: “¿Dónde moras?” Jesús le respondía: “Hago cada día una morada nueva, un nacimiento nuevo. Soy feliz en una morada baja. Soy feliz en un pesebre” ¿Dónde moras? “En una gruta”. “¿Sabes cómo he aplastado al enemigo? Por nacimiento tan bajo”. (Pensèes, Editions du Serviteurm, 1993, pg, 124) “Esta pobreza manifiesta la gloria del cielo” (CIC, 525).
En conclusión: La vida de la carmelita es siempre un mensaje de Navidad, es decir: que aporta en la Iglesia con el testimonio de su vida orante, comunitaria y amorosa significado en los pañales con los cuales envuelve a Jesús y que permite que el anuncio de los Ángeles “gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad” encuentre eco positivo no solo dentro del Carmelo sino en todas las culturas religiosas y en todos las personas de buena voluntad. El ideal, el proyecto de la carmelita de hoy consiste en colaborar con Jesucristo para que toda la humanidad lleve a efecto el plan salvífico del Padre, por Cristo Redentor, en la vida nueva del Espíritu Santo (cfr. Ef 1,3-14), por cuanto nos ha elegido en él… según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado” (Ef 1,3-6). Y al final de sus días pueda actualizar en ella las misma palabras de Jesucristo: “Te he glorificado sobre la tierra, he cumplido la obra que me encomendaste realizar” (Jn 17,4). Por último; Dejarse envolver por la gloria de Dios, por el anuncio del nacimiento de nuestro Salvador equivale a vivir en esperanza, “aguardando la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” (Tit 2,13). ¡Feliz Navidad y un nuevo año muy bendecido!
Hna. Marcia de Jesús Eucaristía ocd / Monasterio del Niño Jesús – Belén