María… Fuente de toda esperanza.

Solemnidad de Nuestra Señora del Monte Carmelo en el contexto del Jubileo de la Esperanza

 

El Monte Carmelo, cuya belleza se exalta en la Biblia, siempre ha sido un monte sagrado. El profeta Elías lo convirtió en refugio de fidelidad al único Dios y lugar de encuentro con el Señor. Es también el lugar mariano por excelencia, donde la pequeña nube que anunciaba el fin de la sequía prefiguraba a la Virgen María, quien, al pie de la Cruz, con fe y esperanza inquebrantable, atrae la fuente de la Gracia al mundo.

La Orden del Carmelo reivindica sus orígenes tan antiguos como gloriosos; se cree que esta Orden es simplemente la continuación de la escuela de profetas establecida en el Monte Carmelo por el profeta Elías. En este lugar, durante la época de las Cruzadas, los eremitas cristianos, inspirados por la vida y el espíritu del profeta, se refugiaron en las cuevas de este monte, reuniéndose en torno a una iglesia que dedicaron a la Virgen María, tomándola como patrona de su grupo. Posteriormente, sufrieron mucho a manos de los sarracenos y los musulmanes. Fue durante estas pruebas y sufrimientos que los Carmelitas emigran a Europa. Fundaron varias casas allí e incluso se establecieron en Inglaterra, donde tuvieron la alegría de ver a San Simón Stock abrazar esta familia religiosa. Este gran santo se convirtió, en 1245, en Superior General de los Carmelitas.

La festividad de Nuestra Señora del Monte Carmelo conmemora una gracia extraordinaria concedida por María a la Orden Carmelita y, a través de ella, a toda la Iglesia. En la noche del 16 de julio, en tiempos de grandes tribulaciones, Simón Stock pidió con especial fervor la protección de la Santísima Virgen sobre su Orden. Al amanecer, María se le apareció acompañada de una multitud de ángeles, rodeada de luz y vestida con el hábito carmelita. Su rostro sonreía; en sus manos sostenía el escapulario de la Orden, con el cual reviste a s. Simón Stock, diciendo: «Este es un privilegio para ti y para todos los Carmelitas. Quien muera vistiendo este hábito no sufrirá el fuego eterno».

Este hábito es el signo de la presencia de Dios en medio de la prueba. María, al pie de la Cruz, acoge a sus hijos en su Corazón y se convierte en la Madre de todos los hombres redimidos por su Hijo. Nos invita a permanecer al pie de la Cruz, firmes, ofreciéndonos con Cristo por la vida de toda la humanidad. Oh Madre Nuestra… Reina y Belleza del Carmelo… Madre de Vida… Fuente de toda esperanza… ruega por nosotros…

En este Año Jubilar de la Esperanza, pidamos a María que nos enseñe a vivir esta profunda esperanza que sostiene, inspira y nunca decepciona, incluso en medio de las dificultades.

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