La tradición mística del judaísmo, es decir, la cábala (kabbalah), enseña que la palabra de Dios es una palabra continua y eterna; si esta palabra se detuviera por un segundo, toda la creación volvería a la nada. Convencidos de esto, la Pascua del Señor en el momento presente se revela en todo su poder, porque la historia es el lugar de la exégesis viviente de esta Palabra que continuamente sostiene nuestra existencia.
Les ofrecemos la mirada de dos seres amados, el apóstol Juan y la carmelita Teresa de Los Andes (1900-1920) para dejarnos interpelar por una lectura contemplativa del momento presente.
Juan, el amigo del Señor, el apóstol de la primera hora, que sigue al Señor incondicionalmente hasta el final. Testigo ocular de los acontecimientos … ” El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis” (Jn. 19, 35). Él es el discípulo amado, el discípulo por excelencia, el rostro de cada discípulo. Es el primero en reconocer a Cristo a orillas del Jordán, el primero junto a la Cruz y en el sepulcro, el único que contempla las visiones del Apocalipsis. Pero, sobre todo, es el discípulo del amor y, precisamente porque ama, él ve y comprende, es por eso que él es el prototipo del seguimiento de Cristo. Juan nos enseña a contemplar y reconocer en los acontecimientos que “es el Señor” “Ὁ Kύριός ἐστιν” (Jn 21,7). Él había experimentado la cercanía y la confianza total en el Señor hasta el punto de poder decirle: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» (Lc. 9,54)
Esta experiencia de intimidad con el Señor es la puerta de acceso al misterio. Solo el amor por el Maestro nos permite leer la historia bajo su luz, porque Él es el Señor de la historia, el Kύριός. Tengamos a Juan como amigo. Él nos enseña el camino del amor que contempla al Resucitado …
Santa Teresa de los Andes, otra amada del Señor. Hemos elegido nuestra hermana carmelita chilena porque este año celebramos el centenario de su pascua justamente el día de Pascua, 12 de abril. Por tanto, creemos que tiene algo que ofrecernos en este año jubilar.
Ella es también discípula de la primera hora: “Cristo, ese loco de Amor me ha vuelto loca” (carta 107), escribía para expresar su experiencia con el Señor. Ingresó al Carmelo de Los Andes a los 18 años y murió solo 11 meses después. Siendo novicia, a pedido de la priora, hizo su profesión “in articulo mortis”. Murió el 12 de abril de 1920 … tiempo suficiente para dejarse modelar por el amor de su Señor y Maestro. Fue canonizada por el Papa Juan Pablo II el 21 de marzo de 1993.
El secreto de su santidad es el amor, un amor total e incondicional por Cristo que la ha fascinado y que la lleva a dejar todo para consagrarse a él para siempre, para participar en el misterio de su pasión y de su resurrección.
Oración, especialmente ante el Santísimo Sacramento; ofrenda de su vida por los sacerdotes (“la carmelita es hermana del sacerdote” – carta 63) y por los pecadores; amor a Cristo y a la Virgen sin perder el amor de sus hermanos humanos con quienes tuvo una exquisita caridad y bondad, especialmente por los pobres: “Cuando amo, escribe, es para siempre. Una carmelita no olvida nunca. Desde su pequeña celda, ella acompaña a las almas que amaba en el mundo“(carta 121). Teresa contempla al Señor en todas partes, nada ocurre sin que ella eleve la mirada hacia su Señor …
Antes de entrar en el Carmelo, le explicó a su hermano, dolido y escandalizado, los motivos de su vocación: “… existe en el alma una sed insaciable de felicidad. No sé por qué, pero en mí la encuentro duplicada (… ) Anhelo amar, pero algo infinito [y que] ese ser que yo ame no varíe y sea el juguete de sus pasiones, de las circunstancias del tiempo y de la vida. Amar, sí; pero al Ser inmutable, a Dios quien me ha amado infinitamente desde una eternidad” (carta 81).
El 21 de marzo de 1993, misa de canonización de Teresa de los Andes, el Papa Juan Pablo II declaró: “A una sociedad secularizada, que vive de espaldas a Dios, esta carmelita chilena, que con vivo gozo presento como modelo de la perenne juventud del Evangelio, ofrece el límpido testimonio de una existencia que proclama a los hombres y mujeres de hoy en el amar, adorar y servir a Dios están la grandeza y el gozo, la libertad y la realización plena de la criatura humana. La vida de la bienaventurada Teresa grita quedamente desde el claustro: ¡Sólo Dios basta!“.
Juan y Teresa amaron al Señor, supieron cómo seguirlo, reconocerlo y contemplarlo en la lectio divina de la historia, que ellos sean amigos fuertes en nuestro camino de fe.
¡Bendecida Pascua 2020!
* Siempre la tradición ha atribuído el cuarto evangelio a San Juan. No entraremos en la problemática planteada pour la exegésis moderna que cuestiona esta tradición. ¿San Juan o la escuela Joánica? Poco importa para profundizar en la experienca de fe de este testigo excepcional.