Es un acontecimiento que tiene una fuerte resonancia para todos, y especialmente para el Carmelo: Demos gracias al Señor por darnos santas que han vivido y compartido gran parte de la experiencia que nosotros vivimos, en los mismos lugares, y de ofrecernos dos hermanas mayores para contemplar e imitar.
Hermana María Alfonsina, nacida en Jerusalén funda la Congregación de las Hermanas del Santo Rosario y abre escuelas para niñas, fundamento de la familia y de la sociedad. Vivió toda su vida religiosa en un espíritu de servicio y una vida escondida, tanto es así que solamente después de su muerte sus hermanas supieron que ella era la fundadora de la Congregación, por orden de la Virgen María que se la aparecía con frecuencia.
Mariam de Jesús Crucificado, nacida en Ibillin, Galilea. Entró en el Carmelo de Pau (Francia), participó en la fundación del Carmelo en la India (Mangalore 1870) y después en 1875 fundó el Carmelo de Belén, ayudó en la fundación del Carmelo de Nazaret (1878) y visitó el de Jerusalén… Ella vivió una vida de intensa oración con una grande humildad y sencillez, dando la mayor importancia a la caridad fraterna.
Es muy probable que nuestras dos nuevas santas se hayan encontrado en 1875 en Belén. Podemos imaginarnos su conversación en árabe, centrada totalmente en el amor de Jesús, el deseo de ayudar a todas las personas, especialmente a los pobres a través del servicio y la oración. La gran sensibilidad de la cual ambas eran dotadas, ciertamente que les permitió descubrir, en la mirada recíproca, la presencia del Señor, su poderosa acción para una misión conocida sólo por El en ese entonces. Ellas se dejaron guiar hacia a la santidad, día a día, a menudo en la oscuridad, a veces en el combate.
Si la Iglesia hoy las honra y nos las pone como ejemplo, ellas, por su parte, siempre desearon vivir escondidas e ignoradas. Mariam decía:
“Bienaventurados los pequeños! En todas partes hay un lugar para ellos.
Pero los grandes, en todas partes incomodan … “
“En nuestros días la santidad no es la oración, ni las visiones o las revelaciones, ni la ciencia de hablar bien, ni las penitencias: es la humildad.
La santidad es la regla desnuda y cruda, y la humildad…
La humildad es la paz. Es la reina, el alma humilde, es siempre feliz. El orgullo inquieta.
El corazón humilde es el vaso, el cáliz que contiene Dios.
El Señor dice, un alma humilde, verdaderamente humilde,
hará más milagros que los antiguos profetas… “
¿No es esto lo tenemos ante nuestros ojos? Mariam, “la pequeña nada”, muchas veces incomprendida por sus hermanas, intercede por nosotros, y son muchas las gracias recibidas, sin contar los milagros de curación. Ella apoya a los cristianos de la Tierra Santa y del Medio Oriente con su testimonio de fe y en la prueba. Ella proclama al mundo que esta tierra porta siempre nuevos frutos de santidad. Y por último, para nosotros los Carmelitas, es un estímulo en el camino de la oración y de la intercesión en una vida fraternal gozosa, simple, disponible al Espíritu Santo.
En este hermoso mes de mayo, no vacilen en orar a las Beatas Mariam y Alfonsina invocando su intercesión, ellas son poderosas ante el corazón de Dios y desean ardientemente venir en nuestra ayuda …
“Y mi felicidad en el cielo, será de verlas a todas (mis hermanas), todas alrededor del corazón de Dios.
Que pueda verlas, aunque sea de lejos, eso me basta, esa será mi felicidad… “
Nota: las citas de la Beata Mariam han sido sacadas de los “Pensamientos de hna. María de Jesús Crucificado” por D. Buzy p. 108 y 60 (edición en francés)