Millones de peregrinos, durante siglos, se han acercado a la modesta habitación de María (la gruta de la Anunciación) en el pueblo de Nazaret. Y hoy en día, las campanas de la Basílica de la Anunciación hacen que en nuestros corazones resuene la oración de la tradición cristiana:
– “El ángel del Señor anuncio a María y ella concibió del Espíritu Santo.
– He aquí la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra.
– Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”
¿Qué sucedió en esta “gruta” que ha llegado a ser tan famosa? ¿Cuál es su importancia y su fascinación?
Después de siglos de la profecía de Isaías sobre el “‘almâ” (texto hebreo: ‘almâ – texto griego LXX: Parthenos) que dará a luz a un hijo (Is 7,14 …), después de una paciente e incansable preparación por parte de Dios hacia su pueblo. , finalmente, “toto orbe in pace composito” (Calenda de Navidad: “estando todo el mundo en paz”), hace más de 2000 años, el Padre eterno, a través de su mensajero celestial, se inclinó hacia a una jovencita (¿14-15 años?) de nombre MARÍA en el pueblo, entonces desconocido, de Nazareth, para pedirle ser la Madre de su Hijo! Una propuesta de un alcance inmenso… y María está asombrada y “turbada” (la palabra que San Lucas utiliza dice “turbación profunda!) … ella pensaba permanecer virgen … ¿cómo será posible? Con prudencia y sabiduría, ella pregunta … el ángel la ilumina y la tranquiliza: “No tengas miedo, has encontrado el favor de Dios, nada es imposible para Él … y luego, como humilde sierva del Señor ella pronuncia su “FIAT“. Su SÍ a la acción de Dios en ella, y el Espíritu Santo la cubre con su sombra y la segunda Persona de la adorable Trinidad se encarna en su seno: la Nueva Alianza comienza. El Señor habló en el monte Sinaí, el Señor habló en esta humilde gruta de Nazaret. Misterio, profundo misterio para nuestra inteligencia humana; misterio que hay que creer y adorar.
Artistas, poetas, iconógrafos, místicos, santos y personas simples como nosotros, han reflexionado sobre este extraordinario y maravilloso acontecimiento de un Dios que quiso, por amor, hacerse como uno de nosotros en un abajamiento único e incomparable; acontecimiento histórico y divino que los teólogos nunca han terminado de escrutar, y siempre será así, porque este misterio es insondable.
Y desde entonces, la jovencita desconocida de Nazaret que se convirtió en Madre de Dios (Theotokos), esposa del Espíritu Santo, delicias de la Trinidad, santuario de la deidad, es la amiga, la hermana, la madre, la consoladora, la inspiradora, el refugio. María “se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención” (CIC 494)
“En María está encerrado Dios, Él mismo, todos los cielos y todas las criaturas, y por la sangre extraída de María, todo el mundo está salvado” (Palabras de Santa María Magdalena Pazzi)
San Bernardo, el amante de la Virgen, dijo:
“De Maria Numquam Satis” …
“de Maria nunca se dirá lo suficiente…”