Ella es como la “Teresita” del Medio Oriente, y para nuestros Carmelos de la Tierra Santa es una hermana muy cercana. Con su simplicidad ella profundizó bastante el vínculo entre nuestra vida de oración y la tierra santificada por la presencia del Señor.
“La vida de Mariam esta totalmente impregnada de la gracia que transmite la Tierra Santa. La tierra y sus colinas le pertenecían. Podemos percibir esa simbiosis en sus iluminaciones e inspiraciones. Ella nos ayuda a descubrir toda la profundidad del mensaje espiritual de los santos lugares. Los lugares santos permiten fluya en nosotros otra vida, con otras dimensiones que deben encarnarse y manifestarse al exterior a través de gestos concretos de comunicación y de compartir. Tocar esos lugares, sentir su fragancia, fundirse en un solo cuerpo con ellos, tener con ellos una tal familiaridad… hasta el punto de llegar a ser nosotros mismos, otra Tierra Santa donde Jesús pueda nacer, crecer y actuar. (Homilía del arzobispo Fouad Twal, Patriarca de Jerusalén 03 de mayo 2012)
Mariam era también muy sensible al misterio de la Resurrección: “¡Qué alegría suscita la visión de una multitud de hermanos que resucitarán, yo me levantaré del sepulcro, yo resucitaré. Jesús no está oculto, Él está con nosotros hasta la consumación de los siglos.”
“Al comenzar la oración, piensen en Jesús; pídanle a Jesús que los ilumine, únanse a Él, únanse a su Espíritu cuando Él estuvo en la tierra. Jesús sólo permaneció tres años en la tierra para enseñarles a esperar la eternidad”. Arraigada en el misterio de la Resurrección, Mariam está, muy naturalmente, cerca del Espíritu Santo: “Vemos a Jesús con los “lentes” del Espíritu Santo”. “El hombre que no invoca al Espíritu Santo camina en la oscuridad y no ve el camino”. Jesús en persona es el camino: Él nos enseña a vivir, unan su fatiga a la fatiga de Jesús, su hambre al hambre de Jesús, su pena a la pena de Jesús. Si vivimos con Jesús, Él habita más y más en nosotros”.
¿No es acaso nuestro corazón el lugar de la resurrección? Es en el corazón donde se produce la transformación de nuestra existencia, cada vez más conformes a Cristo, como fue la transformación de los discípulos después de las apariciones del Resucitado.
Del corazón nace el gran deseo de Mariam de recibir la Sagrada Comunión. Incluso era necesario retenerla a causa de la vehemencia de su deseo. ¿Cómo prepararse para recibir a Jesús? Debemos saber quién es el que viene a nuestros corazones en este sacramento. La Beata Mariam nos aconseja de ser como la Virgen María cuando llevaba a Jesús en su seno y luego conservar durante todo día nuestra mirada puesta en Jesús. “Dame rápido a Jesús, porque Él me da la caridad”.
Esta caridad hizo de Mariam una misionera infatigable. Durante el retiro para su profesión (después que la Maestra de Novicias le había pedido que le informará de su oración y de las gracias recibidas), una voz le enseñó una oración que se grabó en su corazón:
Espíritu Santo inspírame;
Amor de Dios consúmeme;
Por el buen camino condúceme;
María, madre mía, mírame;
Con Jesús bendíceme;
De todo mal, de toda ilusión, de todo peligro presérvame.
Ella comprendió que esta oración no era sólo para ella sino para los demás. Esta oración ha dado la vuelta al mundo. Es la misión universal de nuestra pequeña Arabita, de quien esperamos la próxima canonización.