¿Hay algo más natural y benéfico que la celebración de los cumpleaños, cuando somos hermanos y hermanas? ¿Qué podría ser más constructivo que, con un mismo espíritu y el mismo origen, hacer memoria de nuestro nacimiento? Porque en ti es toda la Orden del Carmelo Teresiano que nacía, enraizada en la tradición de los primeros ermitaños del Monte Carmelo.
A lo largo de este año Centenario caminaremos contigo, daremos gracias al Señor por todo lo que ha depositado en ti y que hoy llega a nosotros; compartiremos, en la acción de gracias, el espíritu que te animaba, la vocación que es nuestro servicio a la Iglesia a través de la oración y el celo apostólico. Y todos los dones que tú has recibido, Teresa, “no son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos. […]En la comunión, aunque duela, es donde un carisma se vuelve auténtica y misteriosamente fecundo” (Papa Francisco Evangelii Gaudium 130)
También, para que nosotras podamos vivir de una manera renovada esta comunión, dinos nuevamente cómo Cristo es nuestro amigo, nuestro único amigo; ponlo en el centro de nuestras vidas, nuestro intercambios, nuestras iniciativas… En Tierra Santa, somos favorecidas en esta voluntad de vivir con el amigo que es Jesús. Pues podemos contemplar el mismo paisaje que El contemplaba, gustar de su Encarnación…
Y luego, hacer crecer el amor entre nosotras, en nuestras comunidades: el amor que debemos tener unas a otras debe ser un tema constante de meditación… (1 D 2.18). Despertar en nosotras la conciencia de que nuestra vocación es un don de la Trinidad, que nuestra comunidad es el fruto de una noche en oración de nuestro Señor (cf. Lucas 6:12). Entonces, miraremos a nuestras hermanas como elegidas por el Señor, estaremos convencidas de que nuestro monasterio es un “rinconcito de Dios “ (Vida 35,12), es allí donde El habita, es Él quien nos ha reunido aquí …
De este modo seremos invadidas por la alegría, ella ya nos colma en la alborada de este Centenario al cual nos hemos preparado durante varios años. Permítenos, Teresa, compartir esta alegría con todos aquellos que aman el Carmelo y que encuentran en ti, en tus enseñanzas, el camino de la intimidad con Cristo con una apertura hacia todos nuestros hermanos y hermanas.