«Peregrinos de la Esperanza», celebramos a Santa Teresa de Jesús este 15 de octubre: ella solía exclamar en sus oraciones: «¡Oh esperanza mía y Padre mío y mi Criador y mi verdadero Señor y Hermano! Cuando considero en cómo decís que son vuestros deleites con los hijos de los hombres mucho se alegra mi alma». (Exclamación VII)
«Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rom 5, 5). Nos gustaría compartir con vosotros algunos párrafos de la hermosa conferencia que el padre Abdo Abdo, ocd, nos dio durante nuestra asamblea de Roma el pasado mes de septiembre.
« En las Constituciones carmelitas, la esperanza aparece como una de las tres virtudes teologales fundamentales: «Se entregan a la oración continua, sostenidas por la fe, la esperanza y, sobre todo, por la caridad divina, para alcanzar con corazón puro la plenitud de la vida en Cristo». (Const. 10)
En sus escritos autobiográficos (La Vida), santa Teresa da testimonio de una esperanza encarnada en los momentos más difíciles. Durante un período de intensa oscuridad espiritual, escribe: « comencé a acordarme de mis grandes determinaciones de servir al Señor y deseos de padecer por El; y pensé que si había de cumplirlos, que no había de andar a procurar descanso, y que si tuviese trabajos, que ése era el merecer, y si descontento, como lo tomase por servir a Dios, me serviría de purgatorio; que de qué temía, que pues deseaba trabajos, que buenos eran éstos; que en la mayor contradicción estaba la ganancia; que por qué me había de faltar ánimo para servir a quien tanto debía». (VIDA 36, 9)
Para Teresa, la esperanza se vive concretamente en el abandono a la Providencia.
Desde muy joven, Teresa manifiesta esta esperanza orientada hacia la eternidad. Cuenta en su autobiografía: «Espantábanos mucho el decir que pena y gloria era para siempre, en lo que leíamos. Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto y gustábamos de decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre! ». (VIDA 1, 4)
La esperanza carmelita no se basa en circunstancias externas, sino en la certeza de que «la esperanza -divina- no defrauda» (Rm 5,5). En sus monasterios, verdaderos «oasis de oración», las carmelitas de Oriente Medio y del norte de África llevan esta esperanza a la Iglesia universal.
Vuestra misión contemplativa, heredada de santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, es y se convierte cada vez más en un faro de esperanza para todos los que buscan a Dios en un mundo que busca sentido y unidad. En el ejercicio constante de la esperanza, proclamáis que el Evangelio tiene futuro en estas tierras santas, a pesar de todas las apariencias contrarias. »