Mariam ha sido atraída de modo particular por el Espíritu Santo, este Espíritu que aleteaba sobre las aguas al principio de la Creación. Es este Espíritu Santo que ella nos quiere entregar como herencia, ya que cuando El viene a tomar sitio de nuestro “yo”  transfigura cada cosa, “crea de nuevo”.

“Dirigíos al Espíritu Santo que inspira todo”.

“El ‘yo’ es aquello que hace perder al mundo. Los que tienen el yo llevan la tristeza y la angustia con ellos. No se puede tener juntos a Dios y al mundo… Aquel que no tiene el yo tiene todas las virtudes y la paz y la alegría.”

Pero con el Espíritu Santo todo, incluso “una gota” sola, algo insignificante, llega a ser posible de gran transformación:  “Fuente de paz, luz, ven e ilumíname; Soy un ignorante, ven y edúcame…

Los discípulos eran muy ignorantes, estaban con Jesús y no entendían a Jesús… Cuando les diste el rayo de luz, los discípulos desaparecieron; ya no eran lo que eran antes; sus fuerzas fueron renovadas…

Espíritu Santo, me abandono a ti”.

Espíritu Santo, inspiradme;
Amor de Dios, consumidme;
Al verdadero camino, conducidme;
María, Madre mía, miradme,
Con Jesús, bendecidme;
De todo mal, de toda ilusión,
De todo peligro, preservadme.