Elías, el profeta de fuego

« ¡Vive el Señor, en cuya presencia estoy ! »
(1R 17)

En este grito se expresa toda el alma del gran profeta Elías. Siguiendo sus huellas, “cerca de la fuente [de Elías] en el Monte Carmelo”,  vivieron los ermitaños que se convertirían en los primeros carmelitas, “meditando día y noche en la ley del Señor” (Regla Primitiva): es el corazón de nuestra Regla, el corazón de nuestra vida.

“de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita [que es la contemplación]” (Moradas Quintas 1, 2). El grito de Elías, que hacemos nuestro, nos insta a centrarnos continuamente en la presencia de Dios, como lo hicieron los profetas en el desierto y los ermitaños del monte Carmelo, “escondidos en el torrente de Querit” (1Reyes 17, 2) o “en el hueco de la roca” (1Reyes 19, 9), lugar de corazón a corazón con Dios.
Como a Elías, se nos dice “Sal y ponte en el monte” (1Re 19,11), sal de tus pensamientos negativos, de tu desánimo, de tu amargura, sal de ti mismo, “y he aquí que el Señor pasa” “en lel susurro de una brisa suave”.

En el silencio y la soledad del desierto, el ardor del fuego de Dios quema a quienes se entregan a su presencia. “¿Qué haces aquí, Elías? » le dijo el ángel del Señor. “Me consume el celo por el Señor Sabaoth” (1Reyes 19, 9-10): la confesión del profeta se 

ha convertido en el lema del Carmelo.  Estamos llamadas a convertirnos en apóstoles con un celo que todo lo consume. La primera misión del profeta se convierte también en nuestra misión: recibir, por todos, la misericordia del Señor destinada a la multitud, y transmitirla. Como Elías que, en la cueva de Horeb, gimió bajo el peso del pecado de Israel, nosotras que estamos llamadas a descubrir las necesidades de las almas de nuestro tiempo, a hacerlas nuestras,  queremos cargar con Jesús los pecados de nuestro tiempo, cargando con el sufrimiento, la oscuridad, la angustia, los deseos inconscientes, queremos tener hambre y sed por todos.

Si la figura de Elías es vista como inspiración para toda la Orden del Carmelo, tiene un lugar muy especial en nuestra federación. En Haifa, su presencia está innegablemente arraigada en los mismos lugares donde realizó su misión – y tanto los cristianos locales como los judíos y musulmanes lo recuerdan y no carecen de devoción hacia estos lugares – los otros Carmelos de Tierra Santa bien podrían pretender ser Lugares auténticos del paso de Elías, aquel que vagaba por Palestina. Quizás no llegó hasta Aleppo, ni hasta Egipto o Marruecos, pero allí la presencia de Elías no es menos fuerte. ¡Este gran profeta está vivo entre todos los creyentes de nuestros países.