El Carmelo es todo de María

« “¡Ahí tienes a tu madre!” Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. »
(Jn 19,27)

La presencia de María se encuentra en los albores de la Orden. De hecho, es a la Virgen María a quien está dedicada la primera capilla que construyeron los ermitaños del Monte Carmelo, y la Orden emergente tomó el nombre de “hermanos de María Santísima del Monte Carmelo”.

Teresa de Jesús hace suya esta antigua tradición. No deja de exhortar a sus hijas: “Vivamos como verdaderas hijas de la Virgen y seamos fieles a nuestra profesión, para que Nuestro Señor nos dé las gracias que nos ha prometido. » (Fundaciones 16/7)

Así, cada una de nosotras tiende a alcanzar una profunda comunión con María. Es ella quien nos introduce en la intimidad de la vida de Jesús, de la Trinidad, del designio salvífico de su amor.

María está en el corazón de los pueblos del Medio Oriente donde vivimos y cada uno de nuestros Carmelos lleva su impronta muy particular.

En Nazareth es María quien suscita en nosotras una actitud de esposa, hecha de acogida y de escucha.

En Belén, ella crea en nosotras una actitud de madre que intercede, que engendra en la alegría y el dolor.

 

A Jerusalén, ella nos invita a entrar, con ella, en el misterio de la Redención, uniéndonos al silencio fecundo del Verbo sobre la Cruz.  

En el Monte Carmelo, ella es la “Señora”, la “Soberana del lugar”, y también la “Hermana” que nos acompaña para ayudarnos a alcanzar la cumbre del monte de la perfección, “el verdadero monte, Cristo, nuestro Señor”. .

En Fayoum, Egipto, el Carmelo de la Sagrada Familia Exiliada nos enseña a orar con María por todos los exiliados de nuestro tiempo.

En Alepo, nuestras hermanas del Carmelo Notre Dame de Siria perpetúan una presencia monástica y mariana, humilde y fraterna en este país predominantemente musulmán.

En Tánger, nuestras hermanas del Carmelo de la Sagrada Familia y Santa Teresa del Niño Jesús, son una presencia viva y silenciosa en el corazón de Marruecos.