Para nosotras vivir nuestra vida como carmelitas en el Monte Carmelo significa entrar en comunión con todos aquellos que, a lo largo de los siglos, han hecho de este lugar el espacio de su encuentro con Dios. Es también orar con el profeta Elías por el triunfo de la verdadera fe y saber esperar la irrupción de la lluvia divina sobre la tierra de Israel. Es vivir en compañía de María y, como ella, abrir el corazón a la Palabra. Es vivir enraizadas en el ideal que toda Carmelita, en el mundo entero, desea alcanzar: “Vivir en obsequio de Jesucristo y meditar día y noche en la ley del Señor” por eso dentro de los muros del claustro de nuestro monasterio está escrito el texto de la Regla dada por San Alberto, Patriarca de Jerusalén.
El Papa León XIII nos encomendó una especial intención de oración, confirmada por San Juan Pablo II: “Orad para que las Iglesias aún separadas alcancen la plena unión en Cristo, para que el pueblo judío crezca en fidelidad a su vocación de pueblo elegido, testigo de Dios y por el acercamiento fraterno entre todos”. Desde entonces velamos como centinelas en la noche que esperan la aurora. Este es el significado final de nuestra presencia como Carmelitas Descalzas en el Monte de Elías y la Virgen María