Comunidad del Monte Carmelo

«Hay una nube como la palma de un hombre,
que sube del mar.»
(1R 18,43)

Pasaron diecinueve años desde que el Espíritu Santo puso en el corazón de Sor María del Sagrado Corazón, carmelita descalza del monasterio de Aviñón (Francia), el deseo de fundar un monasterio en el Monte Carmelo y su realización efectiva se concretó el 1 de enero de 1892.
Sin embargo, un hilo ininterrumpido nos une a la fundación teresiana de Malagón: Génova – Aviñón – Écully – Monte Carmelo.
Su origen tiene sus raíces en el corazón de nuestra Santa Madre Teresa, cuando el Espíritu Santo la inspiró a fundar los palomares de la Santísima Virgen María del Monte Carmelo, donde viviríamos la Regla Primitiva como ella la llamaba, imitando a los santos profetas que vivieron. cerca de la fuente

de Elías. Es una invitación para las carmelitas del Monte Carmelo de hoy, como para las de ayer.
Nos sentimos contemporáneas de estos primeros ermitaños que vivieron en obediencia a Jesucristo en este Monte Santo, cerca de la fuente de Elías.

« Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu
en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús,
y de sus hermanos
. »
(Hechos 1,14)

Para nosotras vivir nuestra vida como carmelitas en el Monte Carmelo significa entrar en comunión con todos aquellos que, a lo largo de los siglos, han hecho de este lugar el espacio de su encuentro con Dios. Es también orar con el profeta Elías por el triunfo de la verdadera fe y saber esperar la irrupción de la lluvia divina sobre la tierra de Israel. Es vivir en compañía de María y, como ella, abrir el corazón a la Palabra. Es vivir enraizadas en el ideal que toda Carmelita, en el mundo entero, desea alcanzar: “Vivir en obsequio de Jesucristo y meditar día y noche en la ley del Señor” por eso dentro de los muros del claustro de nuestro monasterio está escrito el texto de la Regla dada por San Alberto, Patriarca de Jerusalén.

El Papa León XIII nos encomendó una especial intención de oración, confirmada por San Juan Pablo II: “Orad para que las Iglesias aún separadas alcancen la plena unión en Cristo, para que el pueblo judío crezca en fidelidad a su vocación de pueblo elegido, testigo de Dios y por el acercamiento fraterno entre todos”. Desde entonces velamos como centinelas en la noche que esperan la aurora. Este es el significado final de nuestra presencia como Carmelitas Descalzas en el Monte de Elías y la Virgen María