Por el camino del carmelo
“¡La voz de mi amado! Helo aquí que ya viene y me dice:
Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente” (Ct 2,8)
La llamada de Dios en mi vida
Hna. Maria Kolbe de la Santa Faz (Coreana)
Carmelita de Nazareth
El primer recuerdo de mi vocación, se remonta a los días de mi infancia, cuando yo tenía 4 o 5 años. Yo era muy querida de mi Párroco y de las religiosas de mi Parroquia, porque era casi la única niña de mi edad que asistía a la misa cotidiana. Era para ellos una gran placer hacerme esta pregunta: “¿Que quieres ser cuando seas grande? Yo les respondía siempre: “religiosa, pero jamás carmelita”. Muchas veces oí hablar de Santa Teresita y no obstante que yo era todavía pequeña comprendía que ella había vivido detrás de unas rejas y esto no me gustaba del todo y me decía: “Yo no quiero nunca estar encerrada como ella“. Esta era la decisión de mi infancia. Durante el ultimo año de la escuela, en la catequesis de mi parroquia hubo una ocasión de escribir una carta personal a Jesús, yo me recuerdo bien que los otros niños habían escrito para pedir ciertas gracias, y yo, yo hice una promesa al Señor: Ser religiosa!. Recuerdo que hasta tuve la audacia de leerla ante todo el mundo.
Cuando yo tenia 15 años, viví una prueba interior muy grande, oré y lloré mucho ante Jesús Sacramentado, más esta prueba me dio la oportunidad de pensar qué significa la vida del hombre sobre la tierra. Esta es la primera vez que yo pensé seriamente en el sentido profundo de la vida, sobretodo comprendí que esta vida es pasajera.
Yo sentía un gran deseo de hacer de mi vida algo hermoso y grande y no banal. Un día en mi oración, yo sentí la llamada del Señor y una voz interior que me indicaba el Carmelo. Esta experiencia es muy intima y no sabría como explicar de una manera más clara. Después de esta llamada, yo pensé en el Carmelo día y noche, yo llevaba dentro de mí el Carmelo con mucha nostalgia. Y como todavía no lo conocía muy bien, empecé a buscar….
Yo comencé a leer con asiduidad las obras de Santa Teresita, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Sin embargo, yo amaba de manera particular a Teresita, la infancia espiritual me indicaba un camino corto y directo hacia Jesús, su doctrina me parecía muy profunda y al mismo tiempo llena de sencillez. Me gusta estos dos aspectos: profundidad y sencillez, que están bien armonizados en ella, entonces a través de esto percibí la obra del Espíritu Santo en esta grande Santa, hermana nuestra. Como yo me consideraba del número de las pequeñas almas, quise aprender de ella a amar a Jesús, como ella lo había amado.
Con la lectura de las obras de nuestros Santos del Carmelo mis horizontes se iban abriendo, mas sentía también la necesidad de encontrar a alguien que viva de la espiritualidad carmelitana y que podría ayudarme en este camino.
Es así que empecé a ir cada 15 días al convento de nuestros padres Carmelitas para confesarme y para recibir el alimento espiritual, que viene del Carmelo. A los 18 años visite dos monasterios de carmelitas de Corea, pero las puertas del Carmelo estuvieron siempre cerradas para mi. Las hermanas me pedieron de venir más tarde, después de tener un diploma universitario y la edad de 24 o 25 años.
Ante esta respuesta, me desanime, mas continué a seguir orando al Señor diciéndole: “Nada te es imposible, yo entraré, cuando tu quieras y como tu quieras”. Yo espere siempre que el Señor me abra la puerta del Carmelo y El me dio la respuesta de la manera que yo menos me esperaba.
Cuando tenia 19 años, yo trabajaba en el Hospital y un día el padre que acompañaba en la Dirección Espiritual me dice que aprenda el francés, sin darme una razón. Yo quería saber por que yo debía estudiar, pero viendo su determinación, preferí aceptar su proposición. Después, me puse seriamente a aprender el francés. Continuando con mi trabajo, empecé a asistir dos veces por semana a la Alianza Francesa, durante 10 meses.
También continuaba a ir en los padres Carmelitas, al fin un día mi director me dice, si yo quisiera entrar en el Carmelo de Tierra Santa y yo le dije “Si”. Con su ayuda y su recomendación escribí una carta al Carmelo de Nazareth, y después de algún tiempo recibí la respuesta del Carmelo. Sin duda la mano del Señor, se posaba sobre mí con dulzura.
Yo no conocía nada del país por el cual yo dejaba todos los míos. Como Abraham yo todo lo deje….yo no era valiente, pero la gracia del Señor me ayudó. Yo jamás pensé entrar en un Carmelo extranjero, pero los caminos del Señor van más allá de los nuestros.
El me ha dado todo lo que yo he anhelado. La vocación de ser misionera me fascino desde mi juventud, sin que yo supiera como se realizaría este deseo. Y he aquí, que el Señor encontró el medio para realizarlo, enviándome a Tierra Santa, Tierra de la Encarnación, para que yo pueda vivir mi vocación misionera.
Jesús el enviado del padre ha asumido toda su misión haciéndose hombre, igual en todo a nosotros. Si todo el misterio de nuestra Redención comienza por la Encarnación, yo estoy en el corazón del misterio, al vivir Nazareth.
Cuando pienso en mi vocación, encuentro un solo motivo que me ha traído hasta aquí: “el de me consagrar totalmente a Jesús y a su servicio”.
Después que deje la familia y mi patria, mi padre se ha convertido, antes el no practicaba la religión, ahora el reza cada día por mi. Dios me ha regalado una nueva familia, todo el Carmelo, que está en el Corazón de la Iglesia y que me abre a una dimensión universal.
Hace ya 13 años que estoy en el Carmelo y soy muy feliz.
Estas palabras de Sor Isabel de la Trinidad me ayudan a profundizar el sentido de mi vocación de carmelita:
“Ser esposa de Cristo, es tener todos los derechos sobre su Corazón…
Es un diálogo de amor para toda la vida…
Es vivir con… siempre con…
Es descansar con El y permitirle descansar en nuestra alma..!.
La carmelita es un alma adorante
Dócil a toda inspiración divina
En comunión constante con su Dios
Ha descubierto lo único necesario
Al ser divino que es Luz y es Amor.
Envuelve a todo el mundo en su plegaria
Es un verdadero apóstol del Señor”.