Pero, ¡qué hombre! No es el hombre consciente y orgulloso de sus propios valores. No! Es el ser humano en toda su debilidad y su miseria.
También aquí, Dios, de alguna manera, es ” puesto al margen”. Pero es un error interpretar así lo que el artista ha querido expresar.
El hombre está, de hecho, al centro. ¿Al centro de qué? Al centro de toda la atención de Dios, de su amor y su misericordia. El hombre pobre y miserable está englobado en la misericordia de Dios.
El hombre está rodeado por todos lados por ese Dios “dejado de lado”.
Lleno de amor, el Padre se inclina sobre el hombre. Lo sostiene entre sus brazos, lo acompaña, lo cuida, lo abrasa. El Padre misericordioso de la célebre parábola….
Jesús, Hijo de Dios, se abaja, desciende tan abajo, al nivel más bajo del ser humano. Él toma sus pies, los cubre de besos, los lava. Para cumplir en nuestro favor el acto más grande de Amor, El realiza el gesto más humilde que existe. “…No he venido a ser servido sino para servir… “
El Espíritu Santo, en forma de paloma y llama de fuego al mismo tiempo, hace irrupción desde lo alto hacia el hombre. Él quiere colmarlo, tomar posesión de él.
Para Dios, el hombre está al centro. Pero con el fin de conducir al hombre a hacer de Dios el centro de su vida. Y Dios escogió la vía del don, misericordia inalterable, del amor desbordante ofrecido por el Espíritu Santo.
Ese hombre, soy yo.
yo puedo y quiero serlo …
Reconocer, admitir
aceptar mi debilidad.
Dejarme tocar por este
Dios todo bondad que me ama infinitamente.
El amor fluye en Dios en beneficio del hombre que lo desea.
¿Quién no desearía estar en el corazón de un tal intercambio?
Cerámica: Hna. Caritas Mueller – Texto: Dieter Theobald