En las primeras páginas del Evangelio según San Mateo, san José juega un rol importante y a la vez discreto. El nos ilumina respecto a nuestro propio lugar: insustituible y al mismo tiempo oculto. Estar en nuestro lugar según el plan de Dios, pero sin brillo, simplemente.
La vocación de José es fundamental porque para los semitas, la inserción en un pueblo es lo más importante. Las genealogías son determinantes para los orientales, sobretodo después del exilio, era esencial poder demostrar su origen. El comienzo del Evangelio con esta larga genealogía nos conduce a maravillarnos: Dios conduce la historia! Al final, encontramos a Jesús. Él es verdaderamente Hijo esperado, el Deseado. Pero Jesús no tiene descendientes, Él es el final de la historia. Con Él comienza la nueva creación. Mateo desarrolla este aspecto en el anuncio a José, donde vemos que el padre de Jesús no es otro sino Dios mismo. “No tengas miedo de tomar a María por esposa porque lo que ha sido engendrado en ella es obra del Espíritu Santo, ella dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús”. José es, sobretodo en la orden del Carmelo, este maestro de la vida interior que nos enseña a responder a la llamada, a entregarnos a la palabra de Dios con un ocultamiento casto y generoso.
Como José será un padre adoptivo lleno de cuidado, de atención, él nos abre el camino a una vida de servicio de día y de noche, en el trabajo, el exilio, una vida pobre y sobria. En efecto, después de un silencio respecto a su persona en el episodio de los Magos (probablemente para centrar la atención del lector-auditor sobre el Niño y su Madre) José reaparece en la huida a Egipto y el regreso. “Una vez más comparece con gran relieve la figura de San José. Dos veces recibe en sueños una orden y así se presenta de nuevo como quien escucha y sabe discernir, como quien es obediente y a la vez decidido y juiciosamente emprendedor”. Así lo afirma Benedicto XVI en su libro “Jesús de Nazaret”. Sin saberlo y mucho menos desearlo, nuestro Papa Emérito se describe, en cierta manera, a sí mismo… en todo caso, él nos da buenas direcciones para nuestro comportamiento comunitario en el Carmelo. Si en nuestras reuniones, en la organización del trabajo o las responsabilidades, tenemos esas mismas disposiciones, cuánta paz y tranquilidad habrá en nuestros monasterios, y cuan poderosa será nuestra intercesión!
Nuestro Papa Francisco en su remarcable homilía en la Misa de la inauguración de su pontificado hablando de la vocación de San José como guardián de María, de Jesús, de la Iglesias y destacaba además su capacidad de ternura y de afecto : “En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura. “
Que San José pueda empapar todas nuestras relaciones fraternales y de amistad en su misterio de ternura, en su vigorosa delicadeza como guardián de la Santa Familia y de todas nuestras comunidades!