Venid, discípulos del Único.
Himno para la fiesta de San Alberto y todos los santos del Carmelo.
Venid, discípulos del Único, vosotros que corréis el riesgo de la aventura en la cual perdéis todo,
En esos desiertos de agonía; solos en las profundidades del Espíritu.
Venid, seducidos por el Invencible. Esperad en silencio. Servid hasta el final,
Bajo la bandera del Mesías, con la fuerza de las heridas del Cordero.
Venid, Jesús es vuestro Maestro. De su corazón manso y humilde, vosotros recibís todo.
Vosotros sois la fuente de vida, el cuerpo del Hijo Amado.
Venid, entrad en la Morada. Escuchad a vuestra Madre, velad hasta el final.
Porque la Palabra cumplida, transforma toda noche en día.
El Llamado es incisivo, vivo como el viento del desierto.
Una llamada reiterada, incesante, lanzada sin cebo, a los combatientes que regresan de una aventura arriesgada. Ésta no lo será menos; ella será aún más ruda pero las armas y la táctica son diferentes.
“Arriesgar la propia vida, de esto se trata.”
Elías tesbita, experimentó este cambio: del rugido del huracán a la brisa ligera. (1 Reyes 19,12)
Él permanece, solo, en presencia del Señor y siendo testigo ante su pueblo, arriesgando su propia vida: “Israel, el Señor tu Dios es el único” (Dt.6,4)
Para el hombre del desierto, o el hombre perseguido por sus enemigos, la caverna o la hendidura de la roca, ofrece un refugio. Aquí, no hay otro refugio que no sea el Espíritu. Es Él quien nos conduce al desierto (Mt 4,1), y que adiestra mis manos para la batalla (Sal 144). La imagen abrupta de los “desiertos de agonía” (raíz de la palabra lucha) evoca también Getsemaní.
Ustedes “me dejaréis solo” (Jn 16,32; Lc 22,41); ” Al atardecer estaba solo allí” (Mt 14,23).
Vuestra fuerza será en el silencio…
Dios es invencible en su debilidad, tal como Él se ha revelado en Su Único!
Siguiendo un tal Capitán, “han de llevar levantada la bandera de la humildad, y sufrir cuantos golpes le dieren, sin dar ninguno” (Camino XVIII, 5); haciendo cuerpo así con el Maestro.
En el éxodo cotidiano, cada uno sale del lugar asignado para converger hacia el centro, el Oratorio, situado en medio de las celdas, para formar la Asamblea, y ser un solo Cuerpo en la Eucaristía, verdadera fuente del Carmelo!
“Fuente que brota de las heridas de mi Dios…”
El lugar donde están construidas las ermitas es la Morada dedicada a la Virgen, Soberana, Madre y Hermana. Como a los sirvientes en la boda, ella nos dice: « Haced lo que él os diga. ” (Juan 2,5) … hasta que él venga! … Velando en oración.
Es bueno escuchar que la regla se termina con el retorno del Señor…