No hace mucho tiempo, un joven voluntario en Tierra Santa debía terminar su estadía el 31 de enero. “¡Oh, no, imposible! ¡Me quedo hasta el 2 de febrero, cómo salir de Jerusalén sin celebrar la Presentación, en el mismo lugar donde tuvo lugar este episodio de la Historia de la Salvación! “
La liturgia también reclama a Jerusalén: “ilumina tu tálamo, Sion, y recibe a Cristo Rey, acoge con amor a María, que es la puerta del cielo…” (Responsorio: Adorna thalamum)
Sabemos que en el siglo IV, la celebración de la “fiesta de la Presentación” ya tenía un gran lugar:
“El cuadragésimo día después de la Epifanía se celebra aquí con gran solemnidad. Ese día hay una procesión hacia la “Anastasis”, todos siguen y todo sucede en el orden habitual, con una gran pompa como para la Pascua. También hay la predicación de todos los sacerdotes y del Obispo, siempre comentando el pasaje del Evangelio Lc 2.21 – 39, que dice que el cuadragésimo día, José y María presentaron al Señor en el Templo y Simeón y la profetisa Ana, la hija de Fanuel, lo contemplaron, y las palabras que dijeron cuando vieron al Señor, y la ofrenda hecha por los padres. Después de eso, una vez terminado regularmente todas las ceremonias habituales se celebran los misterios, y luego tiene lugar el envío“. (Historia de la peregrinación de Etheria, 385-387)
La oblación del Nino Jesús, hecha en el templo de acuerdo con la Ley, prefigura aquella de la cruz, máxima expresión de la total obediencia de Cristo hacia su Padre a lo largo de toda su vida. Las luces de las velas anuncian el cirio pascual de la noche de Pascua. El encuentro con Dios que viene a nosotros en su Hijo hecho hombre se prolonga y se cumple en el encuentro que Cristo resucitado y que ascendió al cielo, nos prepara para el final de nuestra peregrinación terrena, en una situación similar a la de su Pascua. Una mujer se acerca, ella proclama las alabanzas de Dios. El evangelista no nos cuenta sus palabras, sino su presencia: ella es una mujer como aquellas que se acercarán a la tumba vacía en la mañana de Pascua, que recibirán el mensaje de vida para comunicárselo a los Apóstoles.
En el gozo de ofrecer nuestras vidas en la ofrenda de Jesús, de María y de José, en el corazón de la Tierra Santa, deseamos que esta celebración nos ilumine todo este mes de febrero…