Y el Espíritu, es por lo general la persona divina a la que le damos órdenes: ¡Ven! danos, llena nuestros corazones, penetra, ilumínanos… Intentemos cambiar nuestra manera y digámosle: ¡yo te amo! ¡Espíritu de amor y de verdad, yo te amo, yo me entrego a ti, tu eres mi alegría!
Decir al Espíritu Santo que lo amamos es reconocerlo como una Persona, y una Persona divina; es entrar en relación con EL, y también es dejar que nos diga su amor, su deseo de comunión, porque el amor siempre tiende a la reciprocidad. Decir al Espíritu Santo: Yo te amo, es ya amarlo y experimentar su amor por nosotros, por cada uno de nosotros de una manera única.
Decir al Espíritu Santo que lo amamos es comprometerse en una relación personal con Él, un diálogo que nos hará entrar en un mismo movimiento en el amor del Padre y del Hijo, un solo y único Dios.
“Amor que “aleteaba por encima de las aguas”,
Amor que hoy desciende…
Todo es amor en el Amor mismo … “
cantamos en la liturgia.
O Amor, Espíritu Santo que eres tú mismo el Amor, yo te amo, yo te lo digo, yo te adoro, Tú eres todo para mí…
Que podamos, en esta fiesta de Pentecostés, susurrar suave y constantemente esta oración, esta canción, esta invocación. Y que todos nuestros hermanos alrededor nuestro, puedan repetirla junto con nosotros!
¡Les deseamos un Pentecostés gozoso y lleno de amor!
PS: Este texto es una inspiración libre basada en la palabra que Mons. Jules Zerey, Arzobispo Melkita de Jerusalén, pronunció al final de la misa de la Ascensión en el Carmelo del Pater Noster en Jerusalén
(fotografía: A orillas del Río Jordán)