El Rey de la paz ha sido glorificado

Podemos ver su hermoso rostro, “fúlgido y rubio ” (Ct 5,10), “todo Él es un encanto” (5.16)
María, su Madre se regocija al ofrecerlo a la mirada de los pastores que están maravillados, y a los magos llenos de respeto. Que nuestra fe pueda contemplarlo en el esplendor de su humildad y simplicidad.

Y con todos los santos que han entrado en el misterio de la humanidad de Dios , no tengamos miedo de decirle desde el fondo de nuestro corazón : ” ¡Que me bese con los besos de su boca! mejores  son que el vino tus amores; mejores al olfato tus perfumes; ungüento  derramado es tu nombre por eso te aman las doncellas. (Cantar 1, 1-2 )

A nuestra Madre Santa Teresa le gustaba repetir estos versos del Cantar de los Cantares para meditar el misterio de la Encarnación: en ese beso, “pensaba yo si pedía la Esposa esta merced que Cristo después nos hizo. También he pensado si pedía aquel ayuntamiento tan grande, como fue hacerse Dios hombre, aquella amistad que hizo con el género humano; porque claro está que el beso es señal de paz y amistad grande entre dos personas.” (Conceptos del amor de Dios, 1,10)

Y San Bernardo contemplaba la espera, finalmente colmada, de los patriarcas y santos del Antiguo Testamento: ” Pienso muchísimo en el ardoroso deseo de los Padres, suspirando por la presencia carnal de Cristo (…) Cada uno de aquellos santos se decía para sí: “¿Para qué oír tanta palabrería a los Profetas? Mejor que me bese con besos de su boca el más hermoso entre los hijos de los hombres. Ya no escucho más a Moisés: su boca y su lengua tartamudean (Ex 4). Los labios de Isaías son impuros (Is 6). Jeremías no sabe hablar porque es un niño (Jr 1). Todos los Profetas son como mudos. No, no; que me hable ya él, el mismo a quien ellos anunciaban. ¡Que me bese él con los besos de su boca! No quiero que me hablen más sus intermediarios; son como nubarrón espeso. No. ¡Que me bese él con besos de su boca! Para que el hechizo de su presencia y las corrientes de agua de su admirable doctrina se me conviertan en fuente que salte hasta la vida eterna. Si él, al fin, ungido por el Padre con el óleo de la alegría entre todos sus compañeros, se dignase besarme con besos de su boca, ¿no derramaría sobre mí su gracia más copiosa? Su palabra viva y eficaz es para mí un beso de su boca. No es un simple contacto de los labios, que a veces interiormente es mera paz ficticia, sino la efusión del gozo más íntimo que penetra hasta los secretos más profundos. Pero sobre todo, es como una intercomunión maravillosa de identidad entre la luz suprema y el espíritu iluminado por ella. Pues el que se allega al Señor se hace un espíritu con él (1 Cor 6,17).” (Cantar de los Cantares, Sermón 2, 1-2, San Bernardo)

¡Feliz tiempo de Navidad a todos!

 

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