Sin embargo, no habla aún de forma explícita del Espíritu Santo. Éste aparece de repente en una gracia decisiva, aquella del Veni Creator que su confesor, el Padre Prádanos le aconseja orar. Teresa experimenta entonces un “arrebatamiento súbito” y entiende palabras que se le dicen muy en espíritu (V24, 5). “Sacada de si misma”, podemos comprender que ya no está más encerrada en sus dificultades, ella entra definitivamente, conducida por el Espíritu, en una relación personal con el Dios Trinidad.
Otro momento importante está unido a la fiesta litúrgica de Pentecostés, “la fiesta del Espíritu Santo”, como la llama Teresa. Ella se prepara a esta fiesta con fervor, podemos notar la importancia de la liturgia en su camino, entonces ella es recompensada con una gracia mística remarcable: “Quedé lo más de la Pascua tan embobada y tonta que no sabía que me hacer, no como cabía en mi tan gran favor y merced” (V38, 11). Esta gracia es como un aniversario, es decir que atrae otras gracias posteriores. Es así, que en el año 1575 “el Segundo día de Pascua del Espíritu Santo… comencé a pensar la gran merced que me había hecho el Espíritu Santo una víspera de esta Pascua, y diéronme grandes deseos de hacerle un señalado servicio…” (R 41, 5) Hay una historia que es terreno para gracias posteriores. Teresa poco a poco es introducida en un “conocimiento sabroso” de la relación entre el Padre y el Hijo en la comunión del Espíritu. “Considera el gran deleite y gran amor que tiene el Padre en conocer a su Hijo, y el Hijo en conocer su Padre, y la inflamación con que el Espíritu Santo se junta con ellos, y cómo ninguna se puede apartar de este amor y conocimiento, porque son una misma cosa. Estas soberanas Personas se conocen, éstas se aman, y unas con otras se deleitan.” (Excl.7, 2). En otra ocasión, oyó estas palabras: “Mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama.” (R13)
En su vida cotidiana Teresa está atenta a permanecer siempre disponible a la acción del Espíritu: sus cartas siempre las comienza invocando la gracia del Espíritu sobre la persona a quien escribe. Cuando está escribiendo el libro de las Moradas y llega a las Cuartas Moradas, siente la necesidad de la asistencia especial del Espíritu: “… bien he menester lo que he hecho, que es encomendarme al Espíritu Santo y suplicarle de aquí adelante hable por mi para decir algo de las que quedan…” (4D1, 1). Hay otro momento en la vida de la santa que irradia del Espíritu, el de la transverberación de su corazón. El Espíritu Santo no es directamente nombrado sino bajo su nombre de Amor, pero el está bien presente en el símbolo del fuego. También Él está presente en la interpretación que nos da la Iglesia en la oración litúrgica de la fiesta: “Señor, nuestro Dios, que has abrazado de una manera maravillosa el corazón de nuestra Madre Santa Teresa con el fuego de tu Espíritu Santo…” (Comentario sobre la transverberación tomado de la conferencia “La espiritualidad teresiana” del P. Jesús Castellano, Lisieux 2006).
Carmelo del Pater Noster – Jerusalén