La Navidad es también la celebración del misterio de la Iglesia, de la solidaridad entre los hombres. Tomando carne, el hijo de Dios de alguna manera está unido a cada hombre. Entonces es justo que este tiempo sea un tiempo de fiesta donde intercambiamos regalos y votos.
Finalmente el tiempo de la Natividad y de Epifanía es también el momento favorable para contemplar el misterio de la renovación del cosmos. El verbo asume en él todo lo creado para elevar su caída y para reintegrar al universo en el designio del Padre. Encontramos una hermosa expresión en el segundo prefacio de Navidad: “haciendo renacer en él la creación caída, El restaura todas las cosas y hace regresar al hombre perdido al camino de ton Reino”. Este aspecto se desarrolla especialmente en la fiesta del Bautismo del Señor.
La espiritualidad de la Navidad es la espiritualidad de la adopción de los hijos de Dios. Esto es no imitar a Cristo desde el exterior, sino de vivir de Cristo que está en nosotros y dar testimonio de El, de su virginidad, de su pobreza, de su humildad, de su obediencia. “Reconoce, oh cristiano tu dignidad y después de haber participado de la naturaleza divina, no regreses a un comportamiento indigno de raza, a tu primer comportamiento impropio. “(Saint León Magno, sermón de Navidad SC 22). Ya que Dios nos hace sus hijos, nos inserta como miembros en el cuerpo de la Iglesia, la gracia de la Navidad nos pide responder a través de una vida de comunión fraterna.
La Epifanía es la aparición, la manifestación gloriosa (al principio, la llegada solemne de un rey o un emperador); es por lo tanto, la celebración de la venida del Señor. La fiesta aparece en Oriente, en la primera mitad del siglo IV, mientras que la Navidad está atestiguada en Roma hacia el año 336, prácticamente casi al mismo tiempo. Cuando se llega a Occidente la fiesta de la Epifanía, su significado se desarrollo como “la revelación de Jesús al mundo pagano” y tuvo por prototipo del episodio de los Magos. Y cuando la fiesta de Navidad se introdujo en Oriente, condujo a un cambio del significado primitivo de la Epifanía, la cual se convirtió especialmente en la fiesta del Bautismo de Jesús. El misterio de la Epifanía es admirablemente resumido en el prefacio de este día: “hoy iluminaste a todos los pueblos revelándoles el misterio de nuestra salvación en Cristo, y al manifestarse Él en nuestra naturaleza mortal nos restauraste con la nueva gloria de su inmortalidad”.
Al final, todo el formulario, tanto de la Misa que de la Liturgia de las horas resalta la universalidad de la salvación, el misterio nupcial de la salvación en Cristo, el misterio de la Iglesia misionera. Sólo tenemos que retomar estos textos en nuestra meditación y dejarnos instruir por estas riquezas que la liturgia nos ofrece cada año…
Les deseamos un santo Tiempo de Navidad!!