El patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Mons. Fouad Twal nos dijo : “Tenemos necesidad de vuestros Carmelos para dar a esta Tierra Santa su dimensión espiritual de, su verdadera vocación. Vuestros Carmelos son oasis de paz, de los cuales se eleva una oración constante, que a pesar de su discreción tiene el mundo en pie”. Animadas por tales palabras llevamos en el corazón el considerar los desafíos de nuestras comunidades en esta región, y también los desafíos de los cristianos en toda la región del Medio Oriente. De hecho no queremos (y no debemos) permanecer extranjeras a los países que nos acogen. Nuestras comunidades son inseparables, en su vocación, de esta región del Oriente Medio. No se trata primeramente de una situación geográfica, sino de una realidad espiritual que cada una de nosotras vive en la intimidad de su búsqueda de la unión a Dios. ¿Cómo ser yo misma una Tierra Santa (retomando la expresión de nuestro Patriarca) donde el Señor pueda revivir todo su misterio? Hemos de dejarnos transformar cada vez más por la gracia de la Encarnación, dejarnos traspasar también por la Cruz del Señor, tomando a pecho los sufrimientos , las divisiones entre los pueblos de esta región del mundo.
Es muy provechoso para nosotras el examinarnos sobre esta dimensión de nuestra vocación: ¿por qué hemos sido llamadas a vivir el ideal del carmelo aquí y ahora? La base real de nuestra vida de oración es nuestra vida concreta en esta diócesis de Jerusalén, con su dimensión mundial, interreligiosa y ecuménica. También es bueno que de vez en cuando intercambiemos sobre nuestra manera de vivir la inculturación. Podemos poner en común bellas historias sobre nuestra presencia cristiana en medio del pueblo judío y de los musulmanes. Si no podemos ir a su encuentro, al menos, cuando ellos vienen hasta nosotras porque son nuestros vecinos o por alguna otra razón, que puedan tener un buen testimonio de cristianas, las ” baraka ” , “aquellas que los bendicen”.
Esto nos compromete en nuestra vida comunitaria: en primer lugar, no podemos permitirnos una falta de compromiso, replegándonos sobre nosotras mismas y nuestros problemas internos, por el contrario hemos de ser testigos, dejar irradiar la presencia de Cristo que nos ha reunido para vivir con Él y de El . Aun cuando el testimonio sea silencioso, debemos testimoniar. Hay una dimensión profética del Carmelo en Oriente Medio que no debemos perder de vista sino bien al contrario hemos de darle todo su valor. No se trata de cosas extraordinarias, sino por ejemplo, de la fidelidad a la oración, dos horas cada día: es ” nuestro trabajo “, y los peregrinos o aquellos que nos visitan deben percibirlo. Puede ser también vivir el desprendimiento tanto con los objetos como con las responsabilidades que podamos tener con el fin de dejar que sea Cristo quien brille. Hay suficientes muros en el país, no construyamos muros entre nosotras! Nuestra fidelidad a la meditación orante de la Palabra de Dios debe tener una especial importancia en nuestro seguimiento de Cristo en la Tierra de la Palabra.
Los contactos entre nosotras, Carmelitas de Oriente Medio nos permiten también el ayudarnos mutuamente ante la situación vocacional y buscar los caminos para establecer una verdadera unión entre nosotras. Así podemos responder a nuestra gran misión: “al corazón amante y a las manos juntas de las monjas se confía el camino de la Iglesia” (VS 4) y el camino de la Iglesia en Medio Oriente por excelencia.