De hecho, en este Adviento, entraremos también en el Año Santo de la Misericordia. Papa Francisco nos introduirá en él en la Fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre con la apertura de la Puerta Santa en San Pedro, Roma, después de haberlo hecho en la periferia del mundo, en la Catedral de Bangui, capital de la República Centroafricana, el domingo 29 de noviembre. En Tierra Santa, una puerta santa será abierta en Getsemaní el 13 de diciembre, luego en Belén el 24 de diciembre y en Nazaret el 27 de diciembre, “a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza” (3). Que maravilloso tiempo favorable nos ofrece así la Iglesia para redescubrir que “la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo” ( 6).
Dejémonos tocar por la invitación que nos lanza este Año Santo, no sólo experimentando la misericordia de Dios por nosotros, sino también en el llegar a ser compasivos hacia todos, a “ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios” ( 14).
Además, todos los santos del Carmelo han recorrido este camino de la misericordia, comenzando por la Santisima Virgen, Nuestra Señora que canta en su Magnificat: “Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación!”. San Juan de la Cruz (que celebraremos el 14 de diciembre) es citado en la bula de convocación del Jubileo de la Misericordia: Después de invitarnos a practicar generosamente las obras de misericordia corporales y espirituales, el Papa nos recuerda que es “en cada uno de estos “más pequeños” que está presente Cristo mismo… No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: « A la tarde de la vida te examinarán en el amor » (15). Todos conocemos el Acto de ofrenda de Santa Teresa del Niño Jesús al Amor Misericordioso; Santa Mariam de Jesús Crucificado se preocupaba constantemente por todos sus hermanos para quienes imploraba: “Enternece tu corazón, oh Dios, no nos trates según tu justicia, sino según tu misericordia, porque tú eres el único santo, el único justos” (Pensamientos). En cuanto a Santa Teresa de Jesús, ella nunca dejó de alabar y exclamar: “¡Oh, mi Dios y mi Misericordia!” (Cf Excl.1). Dejémonos convencer: “…miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que Su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir” (V 19,15).
Así , podemos a lo largo de este año “incorporar este estribillo en nuestra oración de alabanza cotidiana: “Eterna es su misericordia”(7)
Los textos en cursivas han sido tomados de la bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia, «Misericordiae vultus».
Para más detalles sobre la celebración de este Jubileo en Tierra Santa:
http://fr.lpj.org/2015/11/26/18053450/