Para cada una de nuestras comunidades carmelitanas, es una gran alegría, y es también una misión: dar a conocer Santa Mariam para que el pueblo de Dios no dude en invocarla y dejarse conducir por su ejemplo.
También para nosotras Carmelitas, es una magnífica ocasión para contemplar Mariam, carmelita, como nosotras en la Tierra Santa e hija de Santa Teresa. De hecho, en este Quinto Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús de Ávila es bueno interrogarse sobre su presencia, su influencia en el transcurso de generaciones de Carmelitas, monjas y frailes.
Santa Mariam es hija de la Tierra Santa, vivió varios años en Francia, ha podido por tanto percibir los estrechos vínculos entre Europa y las Iglesias Orientales. Ella fue misionera hasta en India, continuando así la pasión de nuestra santa Madre Teresa por la salvación de las almas. Mariam nos muestra cómo el carisma teresiano pudo “encarnarse” en la existencia de una joven humilde de Galilea. Mariam vivió una hermosa intimidad, con la santa fundadora, intimidad hecha de sencillez y de fidelidad. Ella llamaba a la Madre Rosa Teresa… Y ahora la Madre nos ofrece Mariam, como EL regalo para la Tierra Santa en este V Centenario de su nacimiento.
Santa Mariam vivió lo que nuestra Madre Santa Teresa vivió, la intimidad con Cristo, pero ella lo vivió con su particularidad de mujer oriental, con su propia sensibilidad y su manera de expresarse tan personal. Ella puede enseñarnos mucho sobre cómo vivir el carisma teresiano aquí en la Tierra Santa. Con radicalismo, “el alma que no ha entregado totalmente, absolutamente, su voluntad a Dios, no ha dado nada…” (Pensamientos) y al mismo tiempo con una gran humanidad “los superiores deben corregir, pero no juzgar… “(idem) y también “Si ves una hermana que derrama el aceite, piensa que ella está perdida en Dios, y toma en seguida un paño para limpiar la mancha…“(idem)
Ella estaba comprometida con su comunidad y oraba por su bienestar espiritual y su futuro, como Teresa que llevaba en su corazón los “palomarcitos de la Virgen” que ella había fundado. Y sobre todo con un mismo amor ardiente por la Iglesia, que consumía a la Madre y la hija, y que llega hoy hasta nosotras: “Yo soy hija de la Santa Iglesia: ella es mi madre… Oh, cómo desearía dar mi sangre por la Iglesia! Yo ofrezco todo por ella, por la unión, por el triunfo de la Iglesia… “(pensamientos)
Que Santa Mariam de Jesús Crucificado en el día de su fiesta, interceda por nosotras para que seamos consumidas por ese mismo amor que da fruto por la salvación de todos, por la paz en nuestra región donde los conflictos parecen interminables: sabemos que la fuerza del amor y la santidad obtienen victorias reales, las únicas victorias que permanecen…