« Así como María, con su presencia orante en el Cenáculo, custodió en su corazón los orígenes de la Iglesia, así al corazón amante y a las manos juntas de las monjas se confía el camino de la Iglesia. » (VS 4) Hacemos nuestras las tristezas y las angustias, las alegrías y las esperanzas de las Iglesias locales, en las que están insertas nuestras comunidades.